jueves, 5 de noviembre de 2009

La sala de meditacion de la ONU


Examinemos con detenimiento la sala. Lo primero que se advierte es que las proporciones de la misma están en relación 3 - 2 - 1: una longitud de 9 m. y 6 y 3 en cada uno de los lados paralelos. Estas medidas, proporcionadas, así como la presencia de un altar en el centro, nos indican que nos encontramos en un lugar "mágico". Si proseguimos nuestro análisis geométrico de la sala advertiremos que dispone de cualidades sorprendentes.
Si trazamos una línea recta desde cada ángulo de la sala hasta su opuesto advertiremos que el altar de magnetita se encuentra situado en el centro geométrico.
Trazando a partir de ese centro una circunferencia tal que su perímetro toque los cuatro vértices del trapecio, la base del mismo será, a su vez, la base que nos servirá para trazar una estrella de cinco puntas.
Esta estrella en la simbología masónica y, en general, en todos los esoterismos, es el símbolo del hombre. Los presocráticos lo conocían y de él dijo Pitágoras que "era el más poderoso de todos los signos". Así pues, la sala y el altar no están consagrados a dios alguno, sino al hombre.
Prolongando sobre el plano la longitud de las dos paredes convergentes, más allá del fresco, irán a converger en un punto situado a 18 metros de la pared base del trapecio. No podía ser de otra manera, si tenemos en cuenta que los lados paralelos tienen unas dimensiones de 3 y 6 metros, es decir, en proporción 1 a 2, y que la distancia que lo separa son 9 metros (9 x 2 = 18 m.).
Si en este punto de convergencia de las prolongaciones de ambos lados apoyamos el compás y lo abrimos con cualquier ángulo, trazaremos un círculo que tendrá una propiedad sorprendente: el ángulo formado por esas prolongaciones de los dos lados, marcará sobre el círculo un ángulo tal que estará en condiciones de dividir la circunferencia en 19 partes iguales. Hay que señalar que desde el punto de vista matemático esta división es imposible ya que la división no nos da un número exacto, sino un período constante. Ahora bien, el problema de dividir un círculo en 19 ángulos iguales si tiene una resolución geométrica: la que acabamos de apuntar.
Diecinueve, numerológicamente es 1 + 9, es decir, 10, el final de un ciclo, el retorno a la unidad (1 + 0 = 1). Los números clave de este enigma son el 5 (número del pentáculo inscrito en el círculo trazado tomando como base el altar y los cuatro ángulos de la sala) y el 10 (1 + 9, derivado de las 19 partes en las que se puede dividir el círculo trazado tomando como centro el punto de confluencia de los dos lados convergentes).

Existe entre estos dos números, el 5 y el 10, la misma relación existente entre el macrocosmos y el microcosmos. Si el 5 es el número del Hombre, el 10 es el número del Todo, de la Unidad infinita y del origen de todas las cosas. La khábala judía atribuye al número 10 la letra Yod, inicial de Israel, de Yavhé y del gran patriarca Jacob. El color que la kábbala le relaciona es el color azul celeste, que es el mismo que encontramos en la bandera de las Naciones Unidas y en la moqueta que cubre el suelo del "Salón de la Meditación"
El significado simbólico del conjunto está, en este punto, completamente elucidado: el Salón de la Meditación es un espacio "humano" (marcado con el número 5) a través del cual se puede acceder al espacio trascendente (señalado por el 10).
Esta explicación está acorde con la que el autor del fresco, el pintor Bo Beskow, dio del mismo: "Todo lo que he intentado hacer al pintar el cuadro fue abrir la pared, dejar que el ojo viaje más lejos, abrir la mente, provocando una meditación". Un folleto publicitario del "Salón" corroboraba este orden de ideas: "cuando sus ojos viajen desde estos símbolos a la pared frontal [la del fresco] encuentran un camino sencillo abriendo el salón a la armonía, solidez, libertad y equilibrio del espacio". Mas allá del cuadro, sobre el plano, la convergencia de las paredes resuelve la imposibilidad matemática de dividir 3601 en 19 partes iguales.

UN ALTAR DE MAGNETITA, LA PIEDRA MAGICA
El altar situado en el centro del Salón fue donado por el gobierno sueco y es el mayor bloque de este mineral encontrado hasta la fecha. Fue desbastado y se le dio forma de ara. Llama particularmente la atención la innecesaria prolongación de la columna que lo sostiene hasta más allá de los fundamentos del edificio.
En el folleto que entregan a la entrada del Salón, escrito bajo la supervisión del propio Dag Hammarskjold (primer secretario general de las Naciones Unidas) no encontramos una explicación válida para tanto esfuerzo: "[el altar] nos recuerda también lo que es firme y permanente en un mundo de movimiento y cambio. El bloque de mineral de hierro tiene un peso y una solidez de lo que dura siempre. Es un recuerdo de la piedra angular de perseverancia y fe sobre la cual todo esfuerzo humano debe basarse". Pero ninguna palabra se dice en relación a la costosa columna que sostiene el altar, ninguna explicación de por qué se optó por hacerla así y no limitada en profundidad por el suelo del Salón.
Si hemos de interpretar los hechos objetivos, está claro que nos encontramos ante un intento de aprovechar las corrientes telúricas subterráneas, a través de la columna que sostiene el altar y de la que éste sería un condensador. Tal condensador de energía telúrica (en zonas campesinas en Francia y en otras tradiciones se habla de la "Wouivre", serpiente que corre bajo la tierra; tradiciones corroboradas por la ciencia moderna con el nombre de "líneas geodésicas", aquellas que marcan zonas en donde el magnetismo terrestre es más acusado) sería un elemento que ayudaría a la concentración y meditación del visitante.


Fijáos en el logo del euro...original, original
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